Quizá vimos anoche el final de una época y el comienzo de otra. La hegemonía del Real Madrid en la Champions está en entredicho. El ascenso del Arsenal es incontestable. A la escuadra de Arteta le faltan aún títulos, pero la forma en la que anoche humilló a la tropa de Ancelotti fue memorable. Quizá…
Porque queda el partido de vuelta, el ambiente en el Bernabéu y la mítica de las remontadas. No seré yo quien entierre al Real Madrid, ese que tiene “el instinto de supervivencia de las cucarachas ante un invierno nuclear” en expresión del columnista de The Guardian, Barry Glendinni, como les conté en la previa.
Quizá el Madrid rompa pronósticos y haga una machada. Pero será otro Madrid, no la caricatura que vimos anoche flotar sobre el césped del Emirates Stadium. De momento, el Arsenal es el único equipo inglés al que el Madrid no ha logrado derrotar nunca. Un Arsenal que no pierde en casa en la Liga de Campeones desde hace dos años.
Arteta ha construido un equipo de jugones, con dos bandas de muchos quilates y desborde. La derecha la forman Odegaard y Saka, con el que tendrá pesadillas un Alaba, recién salido de una lesión y extraño en una demarcación que no es la suya, pero que Ancelotti prefiere a un Lucas Vázquez en el que el italiano no cree para las grandes citas.
La banda izquierda del Arsenal de Arteta la forman Declan Rice y Martinelli. Rice es una gran apuesta del entrenador guipuzcoano que lo trajo a su vestuario desde el West Ham en el verano de 2023. Se gastó una millonada, 105 millones de libras.
El jugador de 26 años parecía engullido por el peso de los 240 partidos que llevan sus piernas en las cuatro últimas temporadas entre su equipo y la selección inglesa, de la que es capitán. Pero ayer voló. Al final acabó cojo, pero si las lesiones le respetan, va a marcar época.
Los dos maravillosos golazos que marcó anoche de falta directa son para ponerlos en todas las escuelas de fútbol. El primero, al palo corto que tapa la barrera, aunque Camavinga se vuelve mientras el balón describía una parábola hasta la escuadra derecha.
El segundo se coló por la misma escuadra, propulsado desde el lado contrario esta vez. ¡Y eso hasta ahora, nunca en todos años de profesional, Rice había hecho gol de falta directa!
Eso no se improvisa. Se entrena. Y para eso, Arteta ha incluido en su staff a Nicolas Jover, de 42 años, francés nacido en Berlín, con el que coincidió en el City de Guardiola. Es el arma secreta de Arteta en esa lucha para ganar la primera Premier de los ‘gunners’ desde la de 2003-04. ¡Y la Champion!
Él es el inventor de esos saques de esquina, en el que todos los relatadores esperan juntos en el palo opuesto del lanzador. Para caer en manada de lobos del área pequeña. Courtois dijo en la rueda de prensa de la previa que habían entrenado cómo defenderlos. Será así porque el cancerbero belga sólo pasó apuros en el primero.
Si no fuera por Courtois, el Madrid hubiera recibido un capazo de goles. Las paradas del meta blanco fueron lo único de lo que puede salvarse del desempeño anoche del Real. Del resto, sólo Mbappé parecía tener ganas de ganar.
En la primera mitad, sus penetraciones fueron lo único que animó a los hinchas madridistas, mudos a medida que los goles de Rice subían al marcador. Cerró la cuenta Merino, quien si no, que está que se sale desde que las lesiones de sus compañeros le convirtieron en ese falso 9 que no se cansa de hacer goles.
Dos detalles más que para mí son claro signo de decadencia en el equipo madrileño: la expulsión de Camavinga, por una doble amonestación, la segunda por desplazar el balón lejos tras serle señalada una falta… cuando se jugaba el descuento. Cabreo comprensible, impotencia y… falta de profesionalismo.
Los jugadores del Real Madrid, cabizbajos.
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El segundo es que los cuatro jugadores que más kilómetros corrieron anoche en el Emirates vestían de rojo. Merino superó los 12 km, Odegaard hizo 11,81; Partey, 10,95; y Martinelli, 10,57. En los visitantes sólo Camavinga y Bellingham pasaron de los 10 km. El promedio de los pupilos de Ancelbotti fue de 9,71; los de Arteta, 10,77.
Así que el Arsenal corrió más, jugó mucho más y marcó tres goles. Ancelotti se volvió hacia su staff cuando el campo coreaba el nombre de Rice. La sensación térmica era de 7 grados, pero un hincha que tenía cerca se había quitado la camiseta y, torso desnudo, la agitaba en éxtasis. Era la de Rice, claro.
Héroe de la noche en que el Arsenal de Arteta llamó a las puertas de la leyenda de la Champions reclamando el lugar señero del Madrid de Ancelotti. Quizás, quizás, quizás.