El idilio entre Musk y Trump ha llegado a su fin. Muchos predecían que la colisión entre dos egos de gran tamaño no podía durar. Y así ha sido, pero no sólo por los egos, sino por una manera de ver el mundo que, desde postulados ideológicos de derechas, o incluso, muy de derechas, son absolutamente antagónicos. En estos dos personajes se materializa de manera encarnizada la lucha entre las derechas nacionalistas y las derechas libertarias. Una lucha que trasciende a ambos y que se observa en otras latitudes. Se vio, en otra escala, en España en la lucha entre Buxadé, del ala ultraconservadora y nacionalista contra Iván Espinosa de los Monteros, el ala más ultraliberal.
Estas dos almas que se conjugaban en el Movimiento MAGA confrontan de manera mucho más dura en el momento en el que se encuentran con capacidades ejecutivas. Esto es, cuando tienen el poder para poder implementar sus ideas. De este modo el nacionalismo autoritario con ingredientes posmodernos y libertarios que simbolizaba la candidatura de Trump compartía esas dos almas que ahora quedan absolutamente expuestas.
El papel de libertario de Silicon Valley jugado por Musk, junto con el papel de mesías del Rust Belt desempeñado por Trump, unido a las extremas personalidades de ambos, uno con un trastorno del espectro autista, asperger y drogadicto, otro narcisista compulsivo, desde luego no favorecían la continuidad de la alianza de conveniencia que se tejió durante la campaña electoral del verano de 2024.
Así es, tras el atentado contra Trump de julio de 2024, Musk comenzó a apoyar al candidato republicado de manera contundente. La admiración silenciosa que el director de Tesla profesaba por Trump se transformó en un apoyo político incondicional hasta tal punto que se convirtió en el mayor donante de la campaña republicana con casi 300 millones de dólares.
Musk fue el que abrió las puertas para que los hermanos tecnológicos se unieran a Trump con el objetivo de poner en práctica el modelo ideológico asociado con Curtis Yarvin, el fundador de la Nueva Derecha y del movimiento “neorreaccionario”. Conocido como “Mencius Moldburg”, residente en Silicon Valley, plantea la necesidad de priorizar un poder ejecutivo fuerte y una elite tecnocrática por encima de la democracia liberal, una perspectiva que concuerda con el desprecio de Musk por las instituciones tradicionales.
Como todos los libertarios, Musk siempre ha defendido la meritocracia radical, donde el trabajo duro y las capacidades individuales se consideran los únicos requisitos legítimos para el éxito. En su opinión, los programas de diversidad socavan la idea meritocrática. Y es en este punto donde la convergencia con los postulados de Trump es evidente. La socióloga estadounidense Arlie Hochschild en su obra Orgullo robado: Pérdida, Vergüenza y el Auge de la Derecha ha utilizado la imagen de la “fila de espera” para explicar la aprobación de Trump entre muchas personas blancas de clase trabajadora: “Un hombre está en una larga fila que conduce al sueño americano, que está al otro lado de una montaña. Y siente cansancio. El hombre dice: No he progresado en una década. Ha sido paciente, se siente una buena persona. Pero se encuentra estancado. Está estancado. Y mira al que va delante, no a los que van detrás. De repente, aparecen los que se cuelan. Bueno, ¿quiénes son? ¿Qué derecho tienen? ¿Y quiénes son los que se cuelan en esta historia de la derecha? Son mujeres. Son negros. Son inmigrantes. Son refugiados. Son funcionarios públicos, según ellos, sobrepagados. Incluso el cojo y empapado pelícano de Luisiana avanza con dificultad. ¡Ay, estos ambientalistas!“. Pues bien, esto que cuenta Hochschild es ese punto de convergencia ideológico. A partir de ahí, el resto son divergencias.
De este modo, la institucionalización de la colaboración Trump y Musk se formaliza con la toma de posesión del primero. La carta blanca ofrecida a Musk para desenvainar su motosierra particular le permitía poner en marcha sus planes, la implementación del DOGE que consistía ni más ni menos que en el recorte de gastos a costa de lo que fuera, y estos recortes no han sido menores. En educación o el cierre de USAID fueron algunas de las más significativas. Probablemente, en la historia de los Estados modernos, nadie ha podido convertir su riqueza en tanta influencia política global, primero con la compra de X, luego con su presencia en la mismísima Administración estadounidense.
Y, sin embargo, como era previsible, los problemas no tardaron en llegar, aproximadamente unos 130 días. Los problemas entre estas dos visiones del mundo comenzaron hace semanas. Dos hechos han sido los que han marcado esta ruptura. El primero, la polémica entorno a las visas H-1B, las que atañen a la inmigración altamente cualificada de la que Musk es un firme defensor. Durante las primeras semanas del mandato de Trump, la nueva Administración propuso reformas que permitieran agilizar la inmigración de personal altamente cualificado. La idea era tener a los mejores talentos de ingeniería de cara al desarrollo de la IA y, por supuesto, de la tecnología automotriz y aeroespacial, esto no gustó a los sectores más populistas del MAGA. El segundo, la imposición del marco arancelario diseñado para penalizar a los principales exportadores hacia EEUU, algo que, por su parte, tampoco gustó a las empresas tecnológicas, como las de Musk, que siempre han criticado medidas de esta naturaleza en el pasado en tanto en cuanto advertían que aumentarían los costes de la producción nacional para los fabricantes de alta tecnología como era el caso de Tesla.
La derecha libertaria y la derecha nacionalista que se habían unido para ser mas fuertes chocaban estrepitosamente en cuanto se comenzaban a adoptar medidas que confrontaban a uno y a otro. La gota que colmó el vaso fue el One Big Beautiful Bill, el plan de recortes de impuestos a las clases medias y la promesa de reducción del déficit, celebrado por la pata populista MAGA. Por su parte, como no podía ser de otro modo, Musk no quedó contento con la reducción de los incentivos a las energías limpias y las subvenciones a los vehículos eléctricos. A partir de aquí, la alianza entre libertarios y nacionalistas quedó totalmente quebrada. Musk regresó a sus negocios y comenzó la crítica abierta a la gestión de Trump.