Hay penaltis que saben a gloria, sobre todo cuando llegan en el tiempo de descuento y culminan una remontada de campeonato, como el que se vivió y celebró en Montjuïc. La última jugada de un partido que por su desarrollo se anunciaba decisivo para la suerte de la Liga premió el coraje del Barcelona y castigó de mala manera a un excelso Celta. El mejor fútbol celeste pesó menos en el marcador que el arrebato del Barça. Los azulgrana se afirmaron en el liderato desde el inconformismo en un final caótico que concluyó con una pena máxima pitada por sorpresa desde el VAR.

4
Wojciech Szczesny, Jules Koundé, Iñigo Martínez, Gerard Martín (Pau Víctor, min. 87), Pau Cubarsí (Eric García, min. 86), Pedri, Fermín López (Dani Olmo, min. 58), Frenkie de Jong, Ferran Torres (Lamine Yamal, min. 58), Robert Lewandowski (Gavi, min. 78) y Raphinha
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Vicente Guaita, Javi Rodríguez, Marcos Alonso, Sergio Carreira, Yoel Lago, Williot Swedberg (Alfon González, min. 59), Iker Losada (Óscar Mingueza, min. 45), Ilaix Moriba (Hugo Sotelo, min. 88), Fran Beltrán, Pablo Durán (Fernando López, min. 73) y Borja Iglesias (Iago Aspas, min. 72)
Goles
1-0 min. 11: Ferrán Torres. 1-1 min. 14: Borja Iglesias. 1-2 min. 51: Borja Iglesias. 1-3 min. 61: Borja Iglesias. 2-3 min. 63: Dani Olmo. 3-3 min. 67: Raphinha. 4-3 min. 97: Raphinha
Arbitro Mario Melero López
Tarjetas amarillas
Aspas (min. 91), Raphinha (min. 91), Íñigo Martínez (min. 92), Óscar Mingueza (min. 97)
El balón continuaba en juego con Olmo caído en el área de Guaita cuando el colegiado fue advertido de la falta Yoel Lago sobre el volante del Barça. La revisión acabó con la señalización de un tiro desde los once metros que transformó Raphinha. La falta de juego y de consistencia obligó a los barcelonistas a un esfuerzo extremo para voltear un marcador adverso porque del 1-0 se pasó al 1-3 hasta el 4-3. Aunque la fuerza y la velocidad tienen un límite, no hay antídoto contra la rebeldía ni el talento mientras aguante el corazón, el alma y la mentalidad, el deseo que exhibe el equipo de Flick.
La exquisitez de Olmo valió el despliegue de un equipo irreductible y descamisado, deseoso de que la Liga acabe tal y como empezó, ahora mismo con siete puntos de ventaja sobre el Madrid a falta de que reciba al Athletic. La clasificación y la jerarquía jugaron a favor del Barça y en contra del Celta después que Mingueza fallara un gol cantado con 3-3 y pidiera un penalti previo de Szczesny al sancionado a Yoel. La tristeza viguesa estaba tan justificada como la euforia azulgrana después de una situación límite que remitió a los partidos contra el Benfica y el Dortmund.
Quizá porque es consciente de las limitaciones de su plantilla, Flick mide muy bien las rotaciones, empeñado en tener a la mayoría de sus futbolistas en forma cuando se llega al tramo final de la temporada y están en disputa la final de Copa, las semifinales de Champions y la Liga. El técnico siempre procuró tener mucho cuidado con Lewandowski, últimamente está muy al caso de recuperar la mejor versión de Raphinha y, 24 partidos después, desde el pasado 4 de enero, dio descanso a Lamine Yamal al tiempo que reaparecía Pedri, suplente en Dortmund.
El sustituto de Lamine fue Ferran y el valenciano, igual de resolutivo como suplente que de titular, uno de los mejores delanteros en los desmarques, marcó al poco de empezar su gol número 10 en la Liga después de controlar un pase de Iñigo Martínez, girar y conducir hasta batir a Guaita. El 1-0 duró muy poco porque una pérdida azulgrana permitió la progresión por la banda derecha de Pablo Durán, cuyo centro fue embocado por Borja Iglesias, mucho más certero que Szczesny, que midió mal su salida ante el ariete del Celta.
Los azulgrana presionaban bien y llegaban fácil al área contraria de la misma manera que concedían contragolpes fáciles por el costado de Pablo Durán frente a Gerard Martín. Giráldez tenía un plan anti-Barça a partir de un 4-4-2 montado alrededor de Fran Beltrán, difícil de interpretar para el equipo de Flick. Pedri no entraba mucho en juego y los dos equipos se repartían la pelota en un partido con mucho suspense en Montjuïc. Ante la dispersión de Raphinha, la febril actividad de Ferran mantenía vivo a un Barça, que no había sabido consolidar el gol del delantero de Foios.
La presión y la recuperación funcionaban mucho mejor que la fluidez y el ritmo en el Barcelona. No era fácil pisar el área celeste porque el cuero iba de pie a pie, sin finura ni frescura, y los tiros de media distancia, así como los golpes francos, nunca han sido una suerte preferida del plantel de Flick. Las llegadas del Celta eran más selectivas y amenazantes para un recuperado Szczesny después del tanto de Borja Iglesias. La comodidad y sobre todo la versatilidad del plantel vigués contrastaba con la ansiedad y rigidez del Barça. Los remates a portería (2 a 5) daban la razón a Giráldez.
El fútbol afilado de Pablo Durán pesaba más que el esfuerzo de los delanteros de Flick y Szczesny era más exigido que Guaita. Los azulgrana se impacientaron muy pronto y sus errores empezaron a ser tan manifiestos que facilitaron las transiciones del Celta. Así se explica el 1-2 de Borja Iglesias después de un error cometido por De Jong y una deficitaria cobertura de Iñigo. No le quedó más remedio a Flick que recurrir a Olmo y Lamine cuando el Celta ya jugaba con tres centrales después de la entrada de Mingueza. Nada cambió de entrada porque Borja se apuntó su tercer tanto: 1-3.
A campo abierto, el delantero celeste no paró de correr hasta chutar ante Szczesny después de una pérdida azulgrana en ataque que no acertaron a corregir los centrales del Barça. La reacción del Barcelona, sin embargo, fue tremenda porque en apenas cinco minutos recuperó la iniciativa desde el arrebato y el inconformismo con dos goles consecutivos de Olmo y Raphinha. El volante ofensivo cruzó un pase del brasileño y el propio Raphinha cabeceó un centro de Lamine. Los cambios de Flick activaron al Barça mientras Giráldez oxigenaba a sus delanteros con la entrada de Aspas y Fer López.
La lesión de Lewandowski complicó todavía más el reto barcelonista, falto de profundidad y de claridad, y estimuló al Celta, que puedo cerrar la contienda en una última jugada mal acabada por Mingueza. La respuesta del Barça fue el penalti de Olmo en el descuento, cuando el encuentro ya moría, sin más aliento que el del delantero del Barça. La efectividad y el desespero fueron la solución a la falta de solidez y al cansancio acumulados y evidenciados en los partidos ya jugados contra el Betis, el Leganés y en Dortmund. La locura se impuso a la racionalidad del Celta después de la buena mano en los cambios de Flick.