Cada vez hay más chips de Nvidia que están sujetos a controles de exportación. Hace unos días, Donald Trump incluyó un modelo más a la abultada lista, el H20. Es el procesador que la compañía diseñó específicamente para que China cumpliera con las restricciones de la Administración de Estados Unidos y pudiera seguir accediendo a su tecnología. Pese a todo, parece que el país asiático se las ha apañado para nutrirse de procesadores americanos. Están creciendo las sospechas de que algunos países vetados se saltan las barreras comerciales vía Singapur.
Este pequeño archipiélago en el sudeste asiático ha pasado de ser insignificante en las cuentas de Nvidia a constar como su segundo mercado. Tradicionalmente, las ventas a ese territorio ni siquiera se desglosaban en el balance de la firma y se agrupaban en la categoría de resto de países u otras geografías. Sin embargo, eso ha cambiado en el último ejercicio fiscal. En 2024 (año natural 2023), la mención a Singapur no existía y en 2025 (año natural 2024) es el lugar que reporta más ingresos, solo por detrás de EEUU.
No solo sorprende que este mercado tan pequeño tenga tanto peso en el negocio global de Nvidia, sino su repentino crecimiento y las razones que lo explican. En el año fiscal 2024, Singapur representaba el 11,2% de los ingresos totales de la compañía o 6.831 millones de dólares. Solo un año después, ese porcentaje escalaba al 18,1% y los ingresos se multiplicaban a los 23.684 millones de dólares, un 246,7% más. Aparte de la cifra en sí, la aclaración que hace la de procesadores en sus cuentas es sugerente. La compañía matiza que, en realidad, el porcentaje de ventas al archipiélago ronda el 2%, pero que los cálculos se hacen en función de la dirección de facturación de los clientes. “Los clientes usan Singapur para centralizar la facturación, pero nuestros productos, casi siempre, se envían a algún otro lugar”, aclara el último informe anual.
Singapur parece ser el epicentro del contrabando de los chips de Nvidia. EEUU impone restricciones de venta a un gran número de procesadores de la firma. La empresa encabezada por Jensen Huang diseña semiconductores, pero no los fabrica, algo que hacen terceras compañías como Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC). Por su tipo de negocio, a Nvidia no le aplican los aranceles directamente, pero sí esos controles a la exportación. Pero el hecho de que Singapur, un archipiélago más pequeño que Baleares, sea el segundo mayor mercado de la americana solo acrecienta las sospechas de que esta sea una parada intermedia para quienes quieren saltarse las barreras comerciales.
De hecho, la Fiscalía de Singapur sigue investigando lo que se conoce como el fraude de los servidores, una trama en la que un entramado de personas y compañías blanquean el destino final de los procesadores ‘made in USA’. Esto no solo afecta a productos de Nvidia sujetos a los controles de exportación, sino también a los de Dell o Supermicro. Los acusados tendrán que comparecer ante el juez en mayo y se les investiga por haber desviado 390 millones de dólares a paraísos fiscales procedentes de esta actividad ilícita, según Reuters.
En algunas ocasiones, las empresas que acceden a los procesadores americanos hacen contrabando, directamente. En otras ocasiones, usan los procesadores para integrarlos en servidores e intentan vender estos en otros países sujetos a las limitaciones. Aunque los chips se escondan en estos servidores, se puede usar el equipo completo posteriormente o extraer los procesadores del conjunto. Diseñar y fabricar semiconductores es un proceso tecnológico muy complejo, lo que hace que compense traficar con ellos, ya que son productos escasos y difíciles de replicar.
Es difícil controlar toda la cadena de suministro, ya que las empresas americanas pueden vender libremente chips a territorios no vetados, independientemente de lo que haga el destinatario después, algo que suele escapar del control del vendedor. TSMC es un socio esencial de Nvidia, la que fabrica gran parte de los chips que diseña. La taiwanesa ha reconocido que no puede asegurar que los procesadores que salen de sus fábricas no se desvíen a terceros.
“Nuestro papel en la cadena de suministro de semiconductores limita la visibilidad y la información que tenemos sobre el uso posterior o usuario final de los productos que incorporan semiconductores fabricados por nosotros. Esto hace que sea imposible que podamos asegurar que los semiconductores que fabricamos no se desvíen para usarlos con fines distintos a los iniciales o para usuarios finales no previstos”, detallaba la taiwanesa en su último informe anual.
Todo esto forma parte de la guerra comercial entre China y EEUU. La Administración americana intenta que su rival no tenga acceso a su tecnología e impone medidas muy restrictivas, como los controles a la exportación o los aranceles. Por su parte, China intenta sortear los vetos de todas las maneras. El sospechoso cambio de Singapur en las cuentas de Nvidia, convirtiéndose supuestamente en su segundo mercado, además de la trama de los servidores en ese territorio, hace pensar que este archipiélago está en medio del conflicto comercial.