el lunes en el que el gran apagón dejó a millones en silencio

el lunes en el que el gran apagón dejó a millones en silencio


Poco después de las doce y media de la mañana, un golpe seco desconectó de repente a millones de ciudadanos de la normalidad. Semáforos apagados, trenes varados a mitad de camino, ascensores detenidos entre pisos, hospitales que encendían de inmediato sus generadores de emergencia, calles cada vez más pobladas de peatones desorientados.

La electricidad, que durante generaciones ha sido una certeza silenciosa, se evaporó en cuestión de segundos, arrastrando consigo la vida moderna. Una de las mayores incertidumbres que han sobrevolado los hogares de las personas han tenido que ver, de hecho, con los electrodomésticos.  

El peor apagón eléctrico de la historia reciente de España afectó a todo el país —salvo las islas, Ceuta y Melilla— y a Portugal. Desde entonces, la pregunta resuena sin respuesta clara: ¿qué ha pasado?

La comparecencia del presidente Pedro Sánchez, celebrada a última hora de la tarde, no aportó más que incertidumbre oficializada. En un tono grave, pidió no especular, instó a la calma y agradeció la colaboración internacional que ha permitido restaurar progresivamente el servicio.

Sánchez no admitió preguntas. No cerró ninguna hipótesis: ni accidente, ni ciberataque. “Es mejor no especular”, repitió. Mientras, España seguía buscando su propia luz.

Todo comenzó a las 12:32 horas. Según Red Eléctrica Española, una “oscilación muy fuerte en los flujos de potencia” desconectó al país de la red europea. El sistema, privado de su columna vertebral, colapsó.

Las primeras regiones afectadas informaban de apagones masivos a los pocos minutos. El fenómeno se extendió como una ola oscura que arrasó la península, deteniendo relojes, congelando comunicaciones y sembrando el desconcierto.

Un Policía Municipal de Madrid, controlando el tráfico en Plaza Castilla después del apagón.


Un Policía Municipal de Madrid, controlando el tráfico en Plaza Castilla después del apagón.

Pablo González.

Una oscilación

Las interconexiones con Francia y Marruecos evitaron el colapso absoluto. Desde ellas, lentamente, se comenzó a reactivar la red. Hacia las 13:30 horas, algunos núcleos urbanos del norte y el sur empezaban a recuperar la electricidad. Pero la normalidad, entendida como un todo continuo y fiable, seguía rota.

Red Eléctrica insistió en la naturaleza “absolutamente excepcional” del suceso. Nadie, ni siquiera los más veteranos en la gestión energética, recordaban algo similar.

El corte eléctrico paralizó todos los engranajes. La movilidad fue la primera víctima: la red ferroviaria nacional dejó de funcionar a las 12:30 y, con ella, desaparecieron los trenes de alta velocidad, de Cercanías y los metros urbanos. En los aeropuertos, como Barajas y El Prat, la caída de sistemas provocó largas colas, interrupciones en las operaciones y desconcierto entre los viajeros.

El Aeropuerto de Madrid-Barajas se ha visto afectado este lunes.


El Aeropuerto de Madrid-Barajas se ha visto afectado este lunes.

Sara Fernández.

La circulación en carretera se volvió un ejercicio de riesgo. Los semáforos dejaron de funcionar, obligando a las autoridades a desplegar policías para regular a mano los principales cruces. La DGT pidió expresamente evitar cualquier desplazamiento no imprescindible.

El Metro de Madrid y Barcelona quedó suspendido; caminar se convirtió en la única opción para miles de ciudadanos. Además, todo a pocas horas de la recogida de los menores de los centros escolares. La mayoría de los padres se han visto en la tesitura de no saber si iban a llegar a tiempo.

El comercio, las telecomunicaciones y la industria siguieron el mismo patrón de detención súbita. Tiendas y supermercados cerraron, incapaces de cobrar a clientes; grandes fábricas como Seat, Ford o Iveco pararon sus líneas de producción.

Vodafone y Telefónica activaron sus comités de crisis para sostener como pudieran la comunicación móvil, aunque los cortes en WhatsApp y en llamadas fueron constantes durante horas. Internet, como un hilo débil a punto de romperse, aguantó gracias a los generadores de los grandes centros de datos, pero su resistencia tenía límite.

En medio del apagón, el sistema sanitario se sostuvo gracias a su propia red de emergencia. Los hospitales activaron generadores, priorizando respiradores, monitores cardíacos y quirófanos en funcionamiento. En centros como el Gregorio Marañón o el 12 de Octubre, en Madrid, se suspendieron todas las intervenciones no urgentes.

“Seguimos operativos, pero la situación es crítica”, señalaban desde varios hospitales. Las autoridades pedían a la ciudadanía limitar el uso de ambulancias y acudir solo en casos estrictamente necesarios. Una estrategia de resistencia ante una amenaza invisible: el tiempo.

Personal sanitario durante los primeros instantes del apagón en el Hospital de La Paz.


Personal sanitario durante los primeros instantes del apagón en el Hospital de La Paz.

Javier Carbajal.

En estado de emergencia

El apagón adquirió pronto un tono político. A lo largo de la tarde, Madrid, Andalucía, Extremadura y Murcia solicitaron formalmente al Gobierno la declaración de emergencia de interés nacional. Sánchez accedió, trasladando la gestión directa de la crisis al Ministerio del Interior.

Los dirigentes regionales, desde Isabel Díaz Ayuso hasta Juan Manuel Moreno, reclamaron coordinación nacional y, en algunos casos, incluso la movilización del Ejército. Un reflejo de la magnitud de la crisis y también del clima político que atraviesa el país.

A diferencia de otras emergencias recientes, esta vez Moncloa optó por asumir sin demora la coordinación. Sánchez insistió, en cada aparición, en transmitir un mensaje de control y responsabilidad: “La situación es crítica, pero está bajo control”. Aunque la penumbra persistía en barrios enteros de Madrid, Valencia o Sevilla.

La ausencia de una explicación oficial alimentó durante toda la jornada un hervidero de teorías. La más persistente: un posible ciberataque.

El presidente de la Junta de Andalucía fue el primero en sugerirlo, basándose en informes preliminares de su centro autonómico de ciberseguridad. Poco después, desde Bruselas, la vicepresidenta de la Comisión Europea, Teresa Ribera, rebajó la alarma: no había indicios sólidos de una agresión intencionada.

Sin embargo, el Centro Criptológico Nacional y el Mando Conjunto del Ciberespacio siguen investigando la posibilidad de una acción coordinada. Los expertos consultados insisten en la dificultad extrema de ejecutar un ataque de tal magnitud: un apagón total requeriría la vulneración simultánea de múltiples sistemas segmentados, algo que ni siquiera en los precedentes de Ucrania fue logrado sin rastros claros. “No descartamos nada, pero tampoco hay pruebas”, repiten las fuentes oficiales.

Un grupo de personas hace fila en un supermercado después del gran apagón.


Un grupo de personas hace fila en un supermercado después del gran apagón.

Sara Fernández.

El colapso cruzó la frontera sin encontrar resistencia. Portugal vivió un apagón de magnitudes similares, afectando a trenes, metros y aeropuertos. La capital, Lisboa, fue escenario de escenas similares a las de Madrid: colas, cancelaciones, desconexión.

Sin embargo, el gobierno portugués señaló pronto hacia el origen español del fallo, deslizando la dificultad de prever o prevenir un impacto así. En Francia, los cortes fueron puntuales y limitados a zonas próximas a la frontera. Un recordatorio de la interdependencia, pero también de la robustez de otros sistemas eléctricos.

Un regreso lento y precario

Hacia las siete de la tarde, Red Eléctrica informaba de que la luz había vuelto en amplias zonas del norte, centro y sur de España. A las nueve de la noche, aunque persistían focos oscuros, especialmente en áreas rurales, la sensación general era de lenta recuperación.

Sin embargo, nada era aún definitivo. Pedro Sánchez, en la segunda rueda de prensa del día, convocada pasadas las 22:00 horas, pedía a la ciudadanía que evitara desplazamientos, que se informara sólo por fuentes oficiales y aseguraba que harían todo lo posible para que al amanecer ya regresara la electricidad a todo el territorio. “La situación sigue siendo de recuperación de normalidad”, ha asegurado.

El gran apagón de 2025 deja imágenes que no se olvidarán fácilmente: calles en penumbra, hospitales en alerta, familias comunicándose por transistores, ciudades detenidas como en una película de otro siglo. También deja preguntas sin respuesta.

El Gobierno promete una investigación exhaustiva. Mientras tanto, España, que durante unas horas tocó el frágil borde de su dependencia energética, vuelve lentamente a la normalidad, pero mirando de reojo a la próxima sombra.



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