Una eliminatoria para la historia

Una eliminatoria para la historia


Esta semifinal entre Inter de Milán y Fútbol Club Barcelona la recordaremos durante muchos años. Fue un cruce memorable. Histórico. En noches como las de ayer la Champions League es simplemente insuperable. Su capacidad para sorprendernos y emocionarnos es infinita.

Lautaro Martínez jugó el partido cojo. En la primer parte tan solo dió un pase a un compañero, pero marcó un gol y forzó un penalti. Gerard Martín era la pieza más débil del campo, fue muy superado en la primera parte, pero en el momento en el que el partido olía a 3-0, se convirtió en el Beckham zurdo para regalar tres goles, de los cuales el Barça no pudo marcar el más fácil.

Rapinha, que estaba haciendo un muy mal partido, porque ha llegado quemado al tramo final de la temporada, volvió a comparecer para llevarse la foto que le pudo coronar como el héroe de la noche. Pero entonces llegó Francesco Acerbi para marcar a los 37 años el golde su vida ante la complaciente mirada de un Ronald Araujo que un rato más tarde y con sólo 22 minutos en las piernas, cayó en la finta de un Marcus Thuram que llevaba 100 minutos haciendo de tripas corazón porque estaba casi tan lesionado como Lautaro.

El 3-3 de Acerbi.

El 3-3 de Acerbi.LAPRESSE

Y por si esto fuera poco, tras uno de los 14 regates de Lamine Yamal en la noche de ayer, uno de los portero más bajitos de la Champions y del fútbol contemporáneo, porque Yann Sommer apenas pasa los 180 centímetros de altura, logró estirarse hasta parecer gigante para desviar a córner el que hubiera sido un nuevo golazo de un chaval de 17 años que ayer aprendió a perder a pesar de haber jugado para ganar.

¿Es o no infinita la Champions? ¿En qué otro competición pueden coincidir todas estas situaciones sin que parezca un acto forzado para generar un drama y una tensión innecesarias? A veces leo que la única pena en partidos así es que no puede ganar los dos, que uno tiene que perder. Bueno, a mí me parece que precisamente lo que le da sentido a todo es que sólo uno pueda ganar.

Gerard Martín se convirtió en Beckham en la segunda parte

Miguel Quintana

Lo hizo el Inter como lo pudo hacer el Barcelona. Los fallos de los de Flick pesaron más que sus aciertos, pero fue una mera cuestión de centímetros. También lo hubiera sido si sus aciertos hubieran pesado más que sus fallos. Esto no se cuenta cuando ganas y es duro de aceptar cuando pierdes, pero la diferencia entre una cosa y la otra a veces es de un par de centímetros. Quién lo acepta y aprende a convivir con esto termina cogiéndole el truco a esta competición. Esta es una lección que normalmente se aprende perdiendo. Como la mayoría de lecciones, supongo.

lamine

lamine

Por eso en este programa siempre decimos que antes de ganar una Copa de Europa, casi siempre hay que perderla antes de una forma dramática, cruel, dolorosa e incluso injusta. Le pasó al Real Madrid de las 6 Champions tras perder aquellas 3 semifinales con Mourinho, sobre todo la del día del Bayern en el Bernabéu. Le pasó al propio Bayern, que tras ese partido cayó en su casa ante un Chelsea que era menos equipo pero que llevaba una década sin parar de intentarlo. Y qué decir del Liverpool de Klopp o sobre todo del Manchester City de Guardiola, tras aquella remontada que aun no se consigue explicar en el Santiago Bernabéu con el doble toque se Asensio y Rodrygo en el gol de la igualada.

No siempre sucede. Hay veces que si no aprovechas el momento, el momento te pasa. Es lo que le sucedió a la Juventus o a un Atlético de Madrid que aun sigue llamando a la puerta. Pero casi siempre, antes de ganar, hay que perder como perdió ayer el Barça. Porque la de anoche es una de esas derrotas que sólo terminas de digerir cuando vuelves a ganar, echas la vista atrás y comprendes que muchas victorias son el hijo bastardo de las derrotas más duras.





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