Suelen decir que cuanto más alto subes, más fuerte es tu caída. En el caso del Manchester City, un equipo acostumbrado a la excelencia durante tantos años desde la llegada de Pep Guardiola, el hundimiento ha llegado con una magnitud equivalente a los éxitos cosechados estos últimos años. Después de una temporada encaminada al desastre, parece imposible escapar a una verdad tan absoluta como esquiva durante tiempo; el Manchester City se encuentra en un final de ciclo sin precedentes que pondrá a prueba la grandeza de la institución con o sin Guardiola.
La dolorosa derrota de los skyblues contra el Real Madrid no es más que otro pequeño síntoma de una larga lista de dolencias que ha padecido el Manchester City estos últimos meses. El colapso ha llegado para quedarse en el Etihad, que vuelven progresivamente a la realidad después de tantos años de perfecta irrealidad a las órdenes de Pep Guardiola.
Caer eliminado en Champions contra el Real Madrid no debería ser ninguna sorpresa, al contrario, aunque existe un camino casi infinito entre sucumbir como lo ha hecho el Manchester City en el Bernabéu o como lo hizo la temporada pasada en el Etihad. Si los mancunianos han demostrado algo estos últimos años ha sido que se puede jugar al fútbol con personalidad sin importar el escenario ni el rival, una premisa que parece haber caído en el olvido tanto para Guardiola como para sus propios jugadores.
Una sombra de lo que fue
El Manchester City que se presentó a competir el pase a octavos de final de la Champions este miércoles no fue más que un cascarón vacío de todo lo que el conjunto mancuniano llegó a ser hace no tanto tiempo. Sin su intensidad ni claridad características de los equipos de Guardiola, los mancunianos tampoco lograron ser sólidos en defensa ni precisos en ataque. De hecho, el primer disparo a puerta del City, que había venido al Bernabéu a remontar un resultado desfavorable, se produjo en el minuto 75. Todo un despropósito.
Lo peor de todo, sin embargo, no tiene nada que ver con aspectos tácticos o lesiones de jugadores capitales para el esquema de Guardiola. La señal más inequívoca del cambio de ciclo que se está produciendo en el Etihad es haber perdido el deseo de ganar. Si algo despertaba la admiración del Manchester City alrededor del mundo era su hambre insaciable para conquistar títulos sin parar. Después de cuatro Premier League seguidas, récords sin cesar por Inglaterra y un dominio nunca antes visto en el campeonato, todo se ha venido abajo en cuestión de unos meses. Ni siquiera la llegada de sangre nueva en invierno con jugadores del nivel de Marmoush, Nico González o Khusanov han podido recuperar ese hambre de victoria que tanto ha caracterizado a los equipos de Guardiola durante su larga y exitosa carrera. La inversión de 218 millones de euros en el mercado invernal parece haber sido insuficiente para un equipo que tiene problemas estructurales más allá de que puedan venir uno u otro jugador.

Guardiola, en el Bernabéu / Kiko Huesca / EFE
La perfecta irrealidad llega a su fin
Guardiola, siempre claro en sus respuestas, respondió con rotundidad sobre si lo que estaba sufriendo el City era un cambio de ciclo: “Un poco sí, ya lo hemos empezado a hacer ahora. Es normal; las cosas nunca son eternas, es un grupo de jugadores donde algunos ya tienen una edad. Nos han dado muchísimo y seguirán dándolo… nunca nada dura para siempre. No podemos negar que lo que este grupo de jugadores ha hecho, ganando seis de siete Premier League, en Europa siempre estando en cuartos de final, semifinales… dice mucho de lo bien que lo hemos hecho. En esta competición te lo juegas todo a dos partidos, nos ha tocado un rival muy fuerte que ha llegado en un mejor momento de la temporada y simplemente ha sido mejor“, reconoció Guardiola.
Era inveitable que llegase cierto punto donde la perfecta irrealidad del Manchester City llegase a su fin. Después de haber dado todo con una hornada de jugadores histórica, los Bernardo Silva, Gündogan, De Bruyne, Ederson… parecen haber llegado al límite de lo que podían aportar en el club mancuniano. No es para nada reprochable; después de dominar durante tantos años es esperable que tus jugadores no impriman la misma intensidad que antes. Es una ley de vida como cualquier otra que ahora Pep Guardiola debe afrontar.