Lukashenko, el dictador de Bielorrusia con más de 30 gobernando

Lukashenko, el dictador de Bielorrusia con más de 30 gobernando


Minsk (EFE).- El dictador bielorruso Alexandr Lukashenko, reelegido este domingo para un séptimo mandato presidencial, es el mandatario europeo que lleva más tiempo en el poder: 31 años en total.

Al igual que lo hizo el presidente ruso Vladimir Putin, Lukashenko afirma que no quería presentarse a la reelección, sino que fue su entorno más cercano, junto al amor del pueblo y el tenso panorama internacional quienes le llevaron a tomar la decisión.

Un hombre de campo con alma estalinista

A sus 70 años de edad, Lukashenko, admirador de Stalin y también de Hugo Chávez, se define a sí mismo como «un hombre de pueblo». De ahí su afición a la agricultura y, en particular, a los tractores y las patatas, dos de los principales productos nacionales.

Comenzó su andadura profesional en tiempos soviéticos como director de un Sovjoz, una granja estatal, y llegó al poder en 1994. Desde entonces, prácticamente todas las decisiones importantes sobre la gestión del país pasan por sus manos.

Aquellos comicios son considerados como las últimas elecciones democráticas del país, ya que desde entonces, al igual que ocurrió en el Estado totalitario soviético, ha llevado a cabo varias reformas constitucionales que le han perpetuado en el poder.

Para ello, cuenta con la inestimable ayuda del KGB (la Agencia de Seguridad del Estado en Bielorrusia), que se encarga de mantener el orden y de eliminar a cualquier rival o disidente que le haga sombra. Por ejemplo, opositores y defensores de los derechos humanos, incluido el Nobel de la Paz, Ales Bialiatski, fundador de la organización Viasna.

Con el paso de los años, todos sus enemigos fueron condenados a la cárcel o al exilio, lo que le ha valido el sobrenombre de último dictador de Europa. Sin embargo, para Lukashenko este sobrenombre ha sido un motivo de orgullo, e incluso lo ha tomado como referencia durante su campaña electoral.

El azote de los oligarcas 

Lukashenko tuvo claro desde un principio que Bielorrusia bajo su mando no seguiría ni la vía rusa ni la ucraniana, sus dos grandes vecinos y hermanos eslavos.

En Moscú los oligarcas que marcaban la agenda y la privatización condenaron a los rusos a la miseria tras la caída de la Unión Soviética; mientras que en Kiev estaba surgiendo una democracia incipiente, pero divida entre Este y Oeste, trayendo consigo una gran inestabilidad política.

La vía por la que optó Lukashenko consistió en devolver al Estado el tejido productivo: atar en corto a los oligarcas e impedir un éxodo rural masivo, de forma que el campo pudiera seguir alimentando al país. «Tomamos lo mejor de la URSS y lo mejoramos», aseguró entonces.

El presidente ruso Vladimir Putin y el presidente de Bielorusia Alexander Lukashenko en 2006.
El presidente ruso Vladimir Putin y el presidente de Bielorrusia Alexander Lukashenko en 2006. EFE/Sergei Zhukov

Además, aunque firmó la Unión Estatal Rusia-Bielorrusia, se opuso a que su país se convirtiera en un mero protectorado del Kremlin. Sin embargo, a pesar de esta unión, su economía siempre ha dependido de los hidrocarburos subvencionados por los rusos.

Esto le ha permitido mantener en pie una economía casi planificada que exportaba tanto a Rusia como a Europa, desde fertilizantes a productos derivados del petróleo que Moscú le suministraba a precio amigo.

El hermano menor de Putin

Cuando Putin llegó al poder en el año 2000, Lukashenko ya llevaba seis años en el cargo. Sin embargo, el líder bielorruso siempre se ha dirigido al jefe del Kremlin como su “hermano mayor”, ya que tiene dos años más que él.

Aunque ambos han sido protagonistas de numerosos desencuentros, Lukashenko se ha abstenido de criticar a Moscú desde que Putin le salvara del derrocamiento durante las multitudinarias protestas antigubernamentales contra el fraude electoral del 2020.

Manifestación contra el presidente Lukashenko en Minsk, 2020
Manifestación contra el presidente Lukashenko en Minsk, 2020. EFE/EPA/STR

El apoyo político y militar de Moscú y el préstamo millonario de los rusos fue lo que le garantizó la supervivencia política.

Tanto así que, cuando en febrero de 2022 Putin le pidió que cediera territorios de Bielorrusia para invadir Ucrania, Lukashenko tuvo que aceptar. Sin embargo, cada vez que alguien le recuerda al líder bielorruso su complicidad con la campaña militar rusa, siempre responde que nunca involucró a su país en la guerra.

Desde entonces, ha pedido el despliegue de armas nucleares tácticas, y más recientemente del misil balístico hipersónico Oreshnik, alegando que la OTAN amenaza la seguridad de ambos países. «Nadie ataca a un país con un paraguas nuclear», aseguró el domingo en rueda de prensa.

Lukashenko, que también tiene una estrecha relación con China, se ha convertido en el mejor aliado de Putin. Sin embargo, esta política tiene un grave riesgo: sus destinos están entrelazados.



Source link

Content Protection by DMCA.com

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *